Este pasado verano, el sello BCore, punta de lanza de la independencia discográfica nacional, permitió acceder en libre descarga su catálogo en modo «la voluntad», con bandcamp como plataforma elegida para gestionar todo esto. Una decisión para nada pionera, pero valiente para un sello con más de 20 años de andadura enfocada al mundo físico y sin excesivos medios para reorientar su negocio. Ya existen otros sellos similares que han nacido con este modelo de negocio (Aloud Music, el más notable) y les ha ido bien. Pero a veces cambiar la estrategia es mucho más difícil que nacer con ella.
Lo cierto es que la campaña finalizó y ahora el sello hace públicos los datos, animando de paso a la reflexión de industria y usuarios, tan mezclados en estos ambientes. Personalmente creo que los datos si bien son válidos, poseen un fuerte sesgo. Por ejemplo, la campaña tuvo una escasa duración alrededor de un mes y para colmo fue el mes de agosto. Esta temporalidad tan específica hace muy difícil extrapolar esos datos a un consumo más regular a lo largo del año.
Según lo explican en su blog, en poco más de un mes se descargaron 11.796 discos, un gran éxito de difusión a todas luces que cojea en los resultados económicos. Se registraron escasas 315 aportaciones económicas, un porcentaje del 2,6% del total de descargas y que generan 577,8 euros, montante al que hay que restar los servicios de la plataforma Bandcamp (150 dolares en códigos de descarga, ya que la plataforma saca un beneficio de cada descarga gratuita para el usuario). Teniendo en cuenta que esta cifra se deducen los royalties de las bandas, el resultado no pasa de la anécdota.
Y en lo económico parece que empieza un debate, a mi modo de ver algo erróneo. El usuario medio no se acercó a la iniciativa como si de un experimento para la viabilidad de un modelo se tratara. Más bien al contrario, fue informado de una oferta que incluía la gratuidad y decidió aprovecharla. Esto no quiere decir que no esté dispuesto a dar más dinero por música digital, sino a que simplemente se le presentó una opción jugosa de poseer música de forma legal que, no nos engañemos, podría haber conseguido con mucha facilidad por otras vías. Y tampoco sabemos de la diferente casuística, como el usuario que tiene el disco en CD o vinilo y ha visto la oportunidad de hacerse con un mp3 de alta calidad o simplemente la labor del boca a boca, tan importante en estos entornos. Si yo recomiendo un disco a un amigo y le digo que puede bajárselo gratis, las probabilidades de que lo escuche son altas. Si le planteo que debería pagar algo a priori por un disco que no sabe si acabará siendo de su interés, no me pondrá muy buena cara. Por todo ello, sería muy osado sacar conclusiones sobre hábitos de consumo o aprovechar los datos para sembrar la duda crítica sobre el colectivo consumidor de música.
El sello no duda, pese a estas sombras, en calificar la campaña como un éxito. Yo no podría verlo de otra manera, se han descargado y escuchado discos que, aún a precio bajo, no hubieran sido tenidos en cuenta. Podrá parecer justo o no, pero no se puede vivir en la nube, menos en las circunstancias actuales, cuando el poco dinero que la gente pueda guardar para música será más normal que se vaya en un concierto de su banda favorita. Es comprensible que dentro de esta escala de necesidades, el dedicar un esfuerzo económico a bajarse en mp3 un disco antiguo no sea una prioridad, aún cuando hablemos del precio de un café o una caña.
Sin embargo perplejo me quedo ante la doble moral mostrada a veces por algunos y no me refiero al sello sino a quien se pueda atrever a juzgar sin pensar. Cuando alguien recurre a «la voluntad» lo hace simple y llanamente porque todo lo que saque por encima de 0, es un éxito. Sea económico, de difusión, de experimento, es lo de menos. Si no es esa la intención, entonces se está haciendo una especie de apuesta. Y si el resultado no es el deseado, la culpa sólo puede recaer en quien ha arriesgado.
Quizá con todo, no sea el «todo gratis» digital la mejor estrategia para el sello. En cualquier caso, parece lógico que, una vez la trayectoria de ingresos de un disco se encuentre estancada (como casi cualquier lanzamiento, pasada cierta relevancia temporal, la venta suele ser residual), se dejase la opción de descargar el disco libremente. Siempre será mejor conseguir ese efecto de promoción para banda y sello cuando parece claro que la mayoría que ha querido comprar el disco, ya lo ha hecho. ¿Para qué tener a gente buscando ilegal o alegalmente un disco que les puede ofrecer la fuente y quizá sacando un pequeño provecho? (introducir promo de otras bandas, recogida de datos de potenciales clientes, sensibilización sobre la viabilidad de un sello indie…).
De todos modos y pensando en positivo, 12.000 discos son muchos discos. Ha sido una gran maniobra de difusión y seguramente de posicionamiento de una marca que ya gozaba de buena reputación. ¿Qué posibilidad había de hacer llegar esa cifra a los usuarios en un mes como agosto si estos hubieran que tenido que pagar? De lo que sí estoy bastante seguro es de una cosa. Y es que me resulta muy difícil pensar que esas casi 12.000 descargas no vayan a ser algo que repercuta muy positivamente en Bcore. Porque me puedo imaginar a gente bajándose discos de Rihanna para escucharlos y que su relación con la artista acabe ahí. ¿Pero quién en su sano juicio se va a querer bajar un disco de una banda de punk-rock y no querer verles cuando pasen por su ciudad?
Artículo remezclado de mi original en feiticeira.org
http://feiticeira.org/blog/raul/experimento-bcore-cifras-y-letras
Lee el artículo del sello desde el blog oficial del sello BCore.
http://www.bcoredisc.com/blog/radiografia-del-pagaloquequieras